miércoles, 7 de noviembre de 2012

Eso de ser poeta.


Si se fijan bien, debajo de mi foto dice que soy “arquitecta y poeta”…

Miles de veces me habría preguntado en silencio, cuándo llegaría el día en que me sintiera lo
suficientemente digna de llamarme poeta. Incluso alguna vez conversando con amigos (verdaderos
escritores) les asalté con la interrogante de cuándo llegó a ellos la decisión o bien la seguridad de
llamarse a sí mismos escritores…

Obviamente, cuando salió por primera vez mi humilde columna, al ver mi resumen de oficios muchos
me llamaron haciendo bromas al respecto. No por mera burla, más bien haciendo alusión a la
inseguridad que me habita y demostrándome así lo que alguna vez me dijeron, que nunca me iba a
sentir poeta a menos que otro me llamase de esa manera.

Y finalmente, sin haberlo decidido ni solicitado y sin haber tenido la convicción de merecerlo, otro me
había adjudicado públicamente el título.

Y no se crean que me molesta, es solo que me parece un poco injusto para la poesía el que me
llamen así, cuando soy yo quien me nutro de ella, soy yo la única que saca provecho de esta relación,
utilizándola vilmente como herramienta de desahogo y como bastón (su viejo sobrenombre).

No creo que soy un medio para su desarrollo, para su despertar en estos tiempos donde camina por las
calles de capa caída, soy más bien su verdugo, una rémora más.

¿O es que acaso consiste el oficio del poeta en consumirla a su antojo, en romperla, tragarla y parirla
incansablemente?

Si es así, podría pensarlo entonces…

No hay comentarios:

Publicar un comentario