martes, 20 de octubre de 2009

Mi tiempo

Algunos días, sobre todo en esos que me la paso viajando a tantos lugares por vía telefónica, en los que miro y trato de resolver tantas cosas. A eso de las 7:00 de la tarde, cuando todos se han ido ya, me descubro sin compañía dentro de un falso silencio disfrazado por el zumbido constante del condensador y casi siempre en la penumbra. Cuando me pongo de pie para encender la luz y observo por unos segundos los brillos que nacen de la escultura en mi pared, llega inesperado el deseo de escribir, como un prudente amante de esos que saben reconocer su tiempo. Así, de esa manera tan sutil, se descubren de su manto en cadena los recuerdos y las curiosidades de la mente que vienen a acompañarme como música de fondo en esas especiales veladas que paso a solas.

Pero como nada en la vida es perfecto, alguna vez, uno que otro poema tiene la premura de nacer y se vuelve impertinente. “Ronda la mente”, se la pasa dando vueltas, tocando la puerta y no importa que no puedas. Cada vez que hay un espacio dentro de los pensamientos se hilvana la frase que da inicio a una historia de la cual aun no necesariamente conoces el final. Te vence y el “mood” está disponible no importa la hora. Hay que dejarlo todo, embarcarse en el proyecto de limpieza, de vómito de palabras que se han armado solas. Tan veloces las manos tratando de alcanzar el bombardeo que al finalizar, o al tener que detenerme para volver a atender los asuntos del deber, he olvidado lo que he escrito, como si este proceso se tratara de un trance.

Siento miedo, porque nunca sé si mañana habrá más, un mañana que significa cualquier otro día, ese día incierto donde mi fiel amante volverá a visitarme de sorpresa, cuando se combinen en este pequeño espacio la penumbra y la soledad de una hora mágica, o si seguirán quemando eternamente los detonantes cotidianos, esos que activan las necias frases que no me dejan pensar. Por eso temo a la paz absoluta, temo que llegue el día en el que quieran dormir para siempre los duendecillos y no sepa como despertarlos.

Nuca sé si volverá la oportunidad de habitar y respirar ese pequeño fragmento añorado de la vida que encaja perfecto no importa la situación, al cual llamo mi tiempo.