miércoles, 19 de agosto de 2009

Lágrimas permanentes.


Si de llorar se trata, en la universidad que se estudia hice un Máster. Antes, hace tiempo ya, llorar era casi un hobby y no sólo nombro los llantos regulares que brotan por tristezas, en mi profesionalidad las lágrimas se desplegaban con la misma abundancia en las risas y los llantos. Pero la vida misma, sus increíbles asuntos y menesteres te hacen cambiar con el tiempo y las cosas que alguna vez te hicieron llorar han perdido su gusto amargo o son simplemente muy pequeñas ya para el tamaño de la coraza que ha crecido. Quién pensaría que esas tontas tristezas serian extrañadas alguna vez. No por esto somos menos sensibles, suena mejor decir que somos un poco más adultos y por decisión conservamos esa reserva liquida para los momentos que verdaderamente se ameritan, aun lloro al reír.

De este asunto de las lágrimas he encontrado un fenómeno inusual. Conozco a una niña, he compartido con ella desde el primer día en que sus hermosos ojos vieron el mundo y llegó a él, al igual que yo, con la profesión predeterminada de llorar… Continuamente. Con el tiempo y la dedicación de sus progenitores ha pasado un poco, pero aun conserva ese deseo de llorar ante las cosas más inusuales. Recuerdo una vez que lloró viendo un álbum de fotos porque su madre tenía unos lentes de sol y no se le veían los ojos. Esta manera de llorar me enternece, siento y sé que esa pequeña persona será admiradora de las sencilleces y los detalles de la vida y ese tipo de humanos son valiosos. Pero no es su facilidad hacia el llanto precisamente el fenómeno al que me refiero. Cada vez que llora se le queda una lágrima pegada al rabillo interior de un ojo, a veces es en el ojo derecho otras en el izquierdo. La lágrima nunca cae.

Queda ahí, estática como remembranza de que su joven alma se vio conmovida por alguna razón, no necesariamente grande, pero definitivamente importante en su mente. Al mirarla parece una gota de cristal decorando su enorme mirada brillante y fija. No hay nada más hermoso que unos ojos después de un llanto corto al que generalmente precede una sonrisa. He calculado el tiempo de permanencia de esas lágrimas que no se van, a ella no le molesta esa humedad en su mirada, nunca he podido soportar más de diez minutos, entonces me acerco y seco con mis manos el recuerdo de una tristeza pasajera en su carita.