Después de tanto ajetreo en estos últimos días, después de tanto hablar, gritar, y llorar, no queda otro remedio que volver a mi silla y escribir. Retomar el teclado, acostumbrarme de nuevo a él y encontrar el espacio para la inspiración. Cosa fácil hoy, habiendo estado tan alejada de los medios y las noticias de último momento y encontrarme con la sorpresa de que nuestro presidente ha dejado abierta la posibilidad de reelegirse.
Esto me hace reflexionar acerca de una pregunta que vuelve a mis pensamientos constantemente. ¿Por qué los presidentes dominicanos tienen tantas ansias de poder?
Nuestros presidentes no se han dado cuenta que los dominicanos, su pueblo, necesitamos paradigma de respeto propio, un modelo a seguir, alguien que con su acción positiva y correcta logre transformar nuestro proceso de pensamiento colectivo. Necesitamos una muestra de humildad, una estrategia de acción diga: “El caudillismo terminó, de ahora en adelante los dominicanos seguiremos todas las reglas del juego, sin excepciones” y nos deje boquiabiertos.
Yo, particularmente, no voy a escudarme en la típica posición criolla que dice, “eso solo pasa aquí” expresión que es siempre precedida por una carcajada, como si fuera un chiste. No se puede, no es justo, no voy a seguir el jueguito de la ignorancia...
Sé que nuestro actual presidente es una persona muy inteligente, pensante y organizada, con visiones interesantísimas del futuro y con deseos de que el país cambie, sobre todo ante los ojos de las naciones extranjeras, por eso me decepciono cuando pasan cosas así, cuando la pasión por el poder se interpone ante el pensamiento digno y lógico, ciega el alma y nos dirige como nación a una posición arcaica y retrógrada frente al mundo y frente a todos esos sueños del futuro que se encuentran hoy contradichos.
Para iniciar mi columna les presento unos conocidos versos, que tal vez, de alguna manera llamen su atención:
Ningún pueblo ser libre merece
si es esclavo, indolente y servil;
si en su pecho la llama no crece…
Tal vez les suenen conocidos, o tal vez han escuchado tanto estas palabras, que ya les son indiferentes y han perdido con el tiempo su sentido entre tantas interrupciones, entre el bullicio y el desorden, o los malvados enemigos del sosiego. Yo no las olvido.
Estos profundos y potentes versos, llevan consigo el verdadero y puro significado de la dominicanidad, y nos enseñan quiénes verdaderamente debemos ser, quienes en esencia es el dominicano de corazón.
No merecemos la libertad si nos permitimos ser indolentes: si nos hacemos de la vista gorda frente a las malas acciones, si apoyamos las injusticias y las discriminaciones, si no exigimos nuestros derechos o los derechos de los que no tiene a nadie que grite por ellos, si no nos importa hacia dónde vamos como país y no hacemos nada al respecto.
No merecemos la libertad si somos serviles, si preferimos las cosas de otros lugares a las nuestras, si no valoramos nuestros tesoros, si no aprendemos a ser competitivos dentro de esta gran carrera mundial con los recursos que tenemos, con nuestras joyas. Si nuestra boca habla hasta donde las palabras no afecten mis beneficios, si permitimos que otros dirijan nuestros pensamientos, no merecemos ser libres.
De nada valió el sacrificio de todos esos hermanos, padres nuestros en 1844, si la libertad que obtuvimos con sangre como nación, no la adopta cada quien y la vive a modo personal.
Si naciste en este pedacito de isla y en tu pecho no quema la llama, si en tu alma no ondea glorioso el cruzado pendón, si no duele, entonces no te has dado cuenta que tienes hace tiempo unos grilletes en los tobillos, que eres tu propio esclavo, que vives desolado y no mereces la libertad que disfrutas hoy.
“Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin Honor.”
Juan Pablo Duarte
