miércoles, 7 de noviembre de 2012

Obsesiones Culturales II


Ya es sabido que el dominicano en general, está obsesionado con tópicos específicos, los cuales tienen
que ver con una clásica manera de ver la vida y de organizar las “prioridades” colectivas de manera
cronológica. Y es curioso, que sin importar la brecha generacional, estos tópicos se van anclando en el
subconsciente, en ese rinconcito del cerebro que todo lo dice, todo lo suelta.

En esta ocasión y tratando las características precisamente en el orden de la supuesta vida modelo que
debiera llevar cada cual, le toca el turno a la necia pregunta de “¿Cuándo van a tener hijos?”… Pregunta
que solo se hace a una pareja ya establecida, sin importar el tiempo de la relación ya formalizada. Es decir
que es una pregunta hasta cierto modo excluyente.

Existe en esta incansable cuestionante del dominicano un lado poco analizado, inoportuno y amargo
y es que lejos del “¿Cuándo se casan?” donde solo pesa una decisión, el hecho de procrear no es
posible para todo ser humano. Solo por este hecho, la misma debiera dejar de ser tirada al aire tan
despreocupadamente.

Pero fuera de esta realidad, que es la más dura, hay otra cosa igual de importante: Es la pareja quien debe
decidir el momento de tener hijos, nadie más. La pareja necesita el tiempo para madurar su relación y
no traer niños a este mundo sin una base mínima de entendimiento mutuo, el cual, finalmente, aunque se
programe y se ejecute, no es siempre el definitivo, mucho menos el mejor. Nunca se sabe.

En el momento en que una pareja es atacada con la pregunta y la respuesta es negativa o de duda es
bombardeada de inmediato con miles de argumentos para convencerles de lo contrario. Que si los
muchachos vienen con el pan debajo del brazo, que si la familia no está completa… ¡Por Dios!

Pareciera inconcebible para muchos que una pareja no desee tener hijos, que quiera compartir su
vida entre ambos, haciéndose compañía o como les venga en gana. El concepto de “familia” quiere ser
limitado a una pareja con descendencia, cuando bien se decide formar familia al momento de compartir la
vida con otra persona.

Hay que saber y aceptar, que no todo ser humano está preparado para ser padre. Hay miles que tienen en
su espíritu este sueño, sin embargo hay otros, que se han tomado el tiempo de analizar que tal vez no sea
para ellos. Nadie tiene derecho a juzgarle, de hecho, es sensato y justo.

No es fácil ser padres, es de las cosas más difíciles que existen en la vida, cuando se quiere hacer bien. A la vez, de las más gratas. Pero es más justo para los nuevos habitantes de esta tierra el que se analice la
posibilidad de su bienestar antes de abrirles las puertas hacia estos tiempos. Saber que por lo menos van
a tener cubiertas las necesidades básicas comida y educación y lo más importante, que su dignidad, el más
valioso tesoro, va a ser velada y respetada.

Eso de ser poeta.


Si se fijan bien, debajo de mi foto dice que soy “arquitecta y poeta”…

Miles de veces me habría preguntado en silencio, cuándo llegaría el día en que me sintiera lo
suficientemente digna de llamarme poeta. Incluso alguna vez conversando con amigos (verdaderos
escritores) les asalté con la interrogante de cuándo llegó a ellos la decisión o bien la seguridad de
llamarse a sí mismos escritores…

Obviamente, cuando salió por primera vez mi humilde columna, al ver mi resumen de oficios muchos
me llamaron haciendo bromas al respecto. No por mera burla, más bien haciendo alusión a la
inseguridad que me habita y demostrándome así lo que alguna vez me dijeron, que nunca me iba a
sentir poeta a menos que otro me llamase de esa manera.

Y finalmente, sin haberlo decidido ni solicitado y sin haber tenido la convicción de merecerlo, otro me
había adjudicado públicamente el título.

Y no se crean que me molesta, es solo que me parece un poco injusto para la poesía el que me
llamen así, cuando soy yo quien me nutro de ella, soy yo la única que saca provecho de esta relación,
utilizándola vilmente como herramienta de desahogo y como bastón (su viejo sobrenombre).

No creo que soy un medio para su desarrollo, para su despertar en estos tiempos donde camina por las
calles de capa caída, soy más bien su verdugo, una rémora más.

¿O es que acaso consiste el oficio del poeta en consumirla a su antojo, en romperla, tragarla y parirla
incansablemente?

Si es así, podría pensarlo entonces…

Cartas a Julio (II)


Querido Julio:

Hace tiempo que no te escribo, a pesar de esto has estado en mi mente casi a diario, sobre todo al mirar
tus malvados ojos en la foto de la mesita de noche.

Aunque cruce velozmente, no puedo dejar de preguntarme si tenías una intención premeditada,
sabiendo que deteniendo la mirada en el lente, el resultado traería que tu estática expresión nos mirara
a todos fijamente con ese dejo de reproche, o si tal vez ni siquiera pensabas y estuvieses simplemente
posando en un lugar iluminado...

Muchas veces, cuando cruzo, pienso también en tu nombre. Lo he analizado desde hace días y estoy
segura de que no debiste llamarte así.

Sé que es el nombre que elegiste cuando tratabas de buscar quién realmente eras, incluso en contra
de los deseos de tu despreciable padre. Lo escogiste tú a él, convirtiéndote en su dueño absoluto,
contrariamente a la manera en que le sucede a la mayoría de los seres humanos. Cuando descubrimos
tener uso de razón, el nombre nos ha elegido y es el dueño de nuestras vidas.

No es que quede mal ese nombre en ti, mucho menos que me desagrade, es más bien la esencia de lo
que significa esa conjunción de letras en mi vida lo que me disgusta, pudiendo sacarte a ti del listado de
las malas experiencias junto a él, por lo menos hasta ahora.

Verás, la mayoría de los Julios que he conocido no me han querido bien y si me han querido, después
de dejar pasar el tiempo, y permitir que la vida desencadene sus episodios, yo no les he querido a ellos,
por diferentes motivos, que en conclusión no importan tanto como el sabor que queda. Ha sido extraña
esta relación mía con las personas que usan tu nombre, empezando desde muy temprana edad y aun
sucediendo en estos días.

Muchas veces, cuando hablamos de ti, suelo llamarte por tu apellido, así trato de engañar al tiempo. Ver
si en esta ocasión me libro de su peso. No quisiera que las incasables manijas me sorprendieran con una
de sus amargas manifestaciones.

*”Cartas a Julio" es una serie de cartas escritas a lo largo de la lectura de la Biografía de Julio Cortázar.