lunes, 18 de julio de 2011

En Memoria de mi Abuelo

Cuando me enteré que Miguel Seijas (mi abuelo) había fallecido, lo primero que me vino a la mente fue la imagen de mi padre recibiéndolo en el cielo con los brazos abiertos. Eso mismo les dije a mis hijos al momento de informales. Ellos sonrieron.

La verdad es que no hay manera certera de probar que están ahí, cuidándonos, sentados encima de una nube bebiendo limonada, como suelo bromear con los niños cuando las preguntas no tienen ya respuestas. Y es que hay tantas posibilidades, tantas ideas de la vida después de la muerte, que uno no sabe bien que pensar y más aún “nosotros” que todo lo cuestionamos.

Algo agradable en todo esto, por lo menos para mí, es que podemos creer lo que querramos, elegir la respuesta que nos haga más sentido, que nos deje más calmados ante una realidad que es definitivamente dura. Yo elijo la historia de que están ahí arriba, en un lugar invisible, conversando sin parar, de la misma manera que lo hicieran cuando estaban aquí con nosotros: mi padre con su típica sonrisa y mi abuelo diciendo “este pendejo cree que me va a joder”. A mí me funciona, me da en cierto modo una sensación de alegría, que es al final la manera exacta en la que mi abuelo quería ser recordado.

Lo hermoso de la muerte es que nos hace reflexionar acerca de la vida, acerca de nuestras creencias y de nuestros valores. Y en esta ocasión, la muerte de mi abuelo ha abierto en mí una pregunta que aún no tiene respuesta, una pregunta que no puede ser saciada con “limonadas”: ¿Cuál será el aporte positivo que dejaré yo en esta tierra, cuál será esa misión personal que dejará frutos para que el país coseche?

Mientras tanto comparto, con el propósito dejar en ustedes una semilla de reflexión, las palabras que él mismo pronunció en su último discurso, un día antes de morir y la cual resume sus valores y sus ideales: "Favorecer al pueblo, su gente y que la gente tenga una vida mejor, pero sabiendo que no podemos ayudar a nadie sin primero ayudarnos a nosotros mismos, preparándonos para ser cada día mejores y fortaleciendo siempre a la familia que es lo más importante, solo así ayudamos al municipio y a la patria”.

miércoles, 13 de julio de 2011

Injusticias Inventadas

Odio las injusticias.

Pero odio aún más, las veces pienso que se ha cometido una injusticia y realmente no sé si es cierto… Es que esta mente es una máquina, me arrastra, me obliga a vivir dentro del mundo que imagino hasta en los momentos donde debería reinar la razón.

Pero qué tal si fuese cierto, si la injusticia ha sido cometida bajo el hecho malsano de yo saberlo, de haberlo intuido, conectado terminales, sumar 2 + 2 y la respuesta haber dado exacta (no hay que ser tan genio)…

Entonces llegaría la pregunta básica, ¿Qué hago yo?

Qué hago yo en este mundo injusto por naturaleza, qué hago con el alma destruida, con todas mis estatuas caídas. Qué hago yo con estas manos que hasta hoy solo saben hacer flores de colores, espacios transparentes, o frases acomodadas. Con la mente que no logro controlar, la cual ni siquiera alcanzo con los dedos por su velocidad al máximo en todo momento.

En cuál balanza pongo los sentimientos, hoy que la pena y la felicidad vienen tan extrañamente mezcladas, tan inmaculadamente unidas. Las dos mitades de la historia, sin importar el final, traen mares de dolor y alegría.

Si alguien tiene la respuesta por favor me dice… Mejor no digan nada, estoy hablando sin saber.