viernes, 3 de diciembre de 2010

Página en Blanco

Al principio, cuando empecé a escribir “Animal Cotidiano” no quise firmar la columna con mi nombre, no quería que supieran quien era. Luego se presentó en mi mente la absurda idea de que no solo se mantuviera en secreto mi nombre sino que tampoco se supiera que una mujer lo escribía… Cada vez que mostraba algún posible artículo a algún amigo y dentro de las críticas se incluía algún calificativo femenino, me disponía a cambiarlo para que saliera de otra manera.

Recuerdo que una vez una amiga me dijo: “Hasta que no seas sincera contigo misma y con el mundo, tu escritura no tendrá relevancia, tienes que salir del closet”. Si no hubiera sido por ese recuerdo, no hubiera empezado a firmar mi columna, si no firmara mi columna, nadie supiera hoy el sentido de algunas de las cosas que quiero decir.

No es sencillo sentarme a escribir con la idea de que miles de personas estarán en la posibilidad de analizar mis puntos de vista, que posiblemente mis líneas tendrán influencia sobre muchos. Creo que hoy ha sido la primera vez que analizo ese concepto, soy una posible herramienta de la sociedad.

Aunque hoy abrí una puerta cuyo interior no había explorado, he decidido seguir como antes y nunca más pensar en ello. El proceso de comunicar las cosas que tienen una relevancia para mi persona debe permanecer sencillo y natural y continuar dejando en mí la sensación de alivio de un baño refrescante. Mis líneas deben permanecer como desnudas señoritas, inocentes y puras. No necesariamente traídas al mundo como conceptos colectivos sino reflejando un compromiso y una fidelidad absoluta a mí misma, al ser humano que soy cada día. Así todo será igual de simple, como al principio. Si quiero decir que estoy harta lo diré, si un día lo que mueve mis dedos sea un recuerdo hermoso, pues eso será.

¿Pero qué pasará si un día no quiero decir nada? Que pasaría si un día mi columna sale como un cuadro vacío. Tal vez ese será el día en el cual solo el silencio pudiera expresar lo que he visto, lo que ha llegado a mi corazón. Si ese día llegara, pueden estar seguros que será el día de la excepción, el único día en que me daré permiso de recordar que miles de personas tienen en sus manos la posibilidad osada de querer saber lo que ronda mi cabeza.

Nota al margen: La Real Academia de la Lengua liberó a la palabra “solo” de su acento. Yo también lo extraño.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Hermano Edúquese!

Este fin de semana estuve en santo Domingo. Estando ahí y recibiendo mi dosis obligatoria de maltrato vial caigo una nueva vez en el mismo pensamiento. Muchísimas veces lo he pensado, lo he comentado con varias personas, he inventado “slogans” y estrategias de educación al conductor, pero al final siempre surge una pregunta que interrumpe mi sueño. ¿Quiere el dominicano educarse?

En mis reflexiones constantes sobre este tema surge una frase, un reclamo que ataca directamente al individuo mal educado y egoísta que conduce algún vehiculo, ese conductor que se repite y se reproduce formando una masa inconsciente y desorganizada, una frase reclamo, algo que los haga pensar, yo digo en una expresión puramente dominicana: “hermano edúquese” y me imagino la cara de alguien leyendo este letrero en la calle, haciendo una muesca y preguntándose ¿Cómo así?
Puesto que ya hay muchos que han completado su proceso educativo y se dirán ¿que mas tengo yo que educarme? también habrán otros, algunos con menos posibilidades económicas que dirán: ¿pero como así?, ¿con que tiempo? ¿Con que dinero? Y es que al final, nadie, ni los dominicanos que han tenido el privilegio de haber ido a Harvard, ni los autodidactas entenderán que la educación a la cual apelo, la que verdaderamente necesitamos es tan básica que no necesita aprenderse en ninguna institución. Es tener un poco de sentido común (el mas escaso de los sentidos).

Todos, al volante se vuelven iguales: mal educados.

El gran problema de este país es que somos sinvergüenzas. Nadie tiene vergüenza de romper las reglas. A nadie le importa meterse en una fila y robar el puesto de otro, cruzarse un semáforo en rojo. Ni siquiera los que pudieran saber pensar visualizan que cumpliendo las reglas pudiéramos tener una posibilidad minima de que el caos merme.

Bien dirá algún conductor (aunque haya ido a Harvard) ¿por que tengo yo que cumplir las reglas si los demás no lo hacen? La respuesta es sencilla: Porque si.
Porque para que un sistema funcione (por cierto, un sistema prácticamente universal) necesita reglas y necesita que se cumplan para poder llevarse a cabo. Que los individuaos participantes estén de acuerdo y puedan comunicarse en base a un mismo idioma operativo. ?Es que es tan complicado?

Mis reflexiones se agudizan cada vez que algún señor (en una jeepeta del año) cierra una intersección y me tengo que quedar media hora esperando. Lo he vivido mil veces. Me pregunto si el ha ido a Yale a hacer algún MBA, me quiero bajar del carro, tocarle el vidrio, preguntarle tantas cosas y decirle “hermano edúquese”, piense un poco, léase de nuevo el librito, pero sobre todo, sea considerado con su prójimo, demuestre que le importa su ciudad…¡Edúquese!, cambie ese chip y privemos en finos también en la calle.

Todos lo hemos vivido, tal vez, ese mismo señor lo ha vivido miles de veces y por eso no le importa hacerlo a los demás (y a si mismo) y por eso estamos así. Por eso Santo Domingo esta así. Pero cuando vuelvo a mi querida Punta Cana, creo que he salido del caos absoluto y no es así. Todos somos así, si no hacemos conciencia dentro de poco estaremos igual.

En este nuevo año escolar me he sentido que vivo un poco de “Santo Domingo” cada día al recoger a mi hija en el colegio a las 2:30. Cada vez que llega el momento de salir del lugar donde estoy estacionada, nadie me da paso. Espero, sin evocar sentimientos y apelando a la idea de que en Punta Cana no somos así, pero no es verdad. Para salir tengo que meterme, después de que ocho o nueve carros aceleran para que yo no salga, me meto a la fuerza, rogándole al cielo de que el próximo que viene por ahí, como típico dominicano, no quiera chocarme, y me voy, un poco avergonzada porque cansada de esperar, también cometí un acto mal educado y repitiendo en mi mente: “Hermano Edúquese”.

lunes, 18 de octubre de 2010

Somos los Ultimos

Ayer leí una noticia en un diario amigo que me llenó de tristeza: En una encuesta sobre Educación Cívica realizada en 30 países, República Dominicana ocupó el último lugar. (Suspiro)… La muestra se hizo entre jóvenes de 14 y 15 años.

No me entristezco porque he recibido un susto, no. Ya lo imaginaba. No digo que lo sabía, porque mi mente no es tan poderosa para cuantificar nuestra colectiva falta de interés por la nación. Pero sí pasó por mi mente el pensamiento de que parecía imposible que en otros países existiera tanta falta de interés por los derechos del ciudadano, tanta indiferencia ante las malas decisiones de un gobierno y malas acciones de nuestros compatriotas, ante el incumplimiento de las leyes… No debe haber otro lugar que esté en las mismas condiciones.

Bien pues, quedamos de último, y ahora qué hacemos. Piensa: quien quedó en último lugar fuiste tú, también fui yo representada en un pequeño universo de jóvenes tan perdidos como todos. Cada uno de nosotros, hasta los que hemos alzado la voz de alguna manera para hacer reaccionar a tantos que caminan dormidos, somos merecedores del último lugar, porque todos juntos hacemos la nación.

Ya que definitivamente no sabemos nada, veamos el primer punto importante por analizar y poder así hacer algo con esta amarga noticia:

¿Sabe usted qué es la Educación Cívica? Bueno, en Google aparece… “Es el proceso a través del cual se promueve el conocimiento de normas que regulan la vida social de un país, así mismo la formación de valores y actitudes que permitan al individuo integrarse a la sociedad y participar en su mejoramiento.”

Algunos de los conocimientos a obtener a través de este proceso son: La dignidad del individuo, los derechos humanos, participación ciudadana, concepto de familia, normas de comportamiento social, conocimiento del sistema constitucional del país, así mismo como del sistema político… La lista es extensa, pero con los puntos anteriormente mencionados tenemos una idea de las cosas que como nación desconocemos y que de alguna manera debemos preocuparnos por aprender.

Pero bueno, vamos a darles una información que tal vez también desconocían: ¿Sabía usted que la Educación Cívica fue retirada del curriculum educativo nacional hace aproximadamente diez años?

Yo pregunto, ¿Alguien podría decirme cómo el joven que recibe educación pública se va a enterar de todo lo anteriormente mencionado?, ¿Cree usted que los maestros se interesarán por mencionarlo en materias ajenas a este tema? ¿Acaso usted, padre de familia, sacará un tiempo para hacerle llegar esta información? Y los que tienen hijos en colegios privados, ¿Se han cerciorado que esta materia forma parte del curriculum de la institución? ¿Alguna vez ha hablado a sus hijos sobre el tema?

Este tema no tiene final, debe permanecer en nuestras mentes para siempre, debemos hacer algo y debemos participar todos con urgencia. ¡Dominicano, despierta!

lunes, 4 de octubre de 2010

Manifiesto Sobre el Deber de la Felicidad

La felicidad es la meta final de los seres humanos. Algunos luchan constantemente para obtenerla, cada quien a su manera, porque es infinita la lista de cosas o situaciones que significan felicidad. Otros, una extraña sub-rama, han nacido con la virtud de disfrutarla sin necesidad de estrategias persecutorias, son felices por naturaleza… Por ser escasos en su tipo y en su manera de ser, los demás (los que tienen que sudar para ser felices) disfrutan de su presencia. Por esto siempre están rodeados por seguidores que no necesariamente siendo grupies se nutren del ambiente que ayudan a crear por su presencia feliz.

Es agradable estar cerca de personas que transmiten buenas vibraciones: No hablan de problemas, a todo le buscan el lado positivo, cuando alguien esta criticando a otro tratan de disipar el tema, todo lo gozan y todo les da risa, entonces es lógico querer estar cerca.

Quisiera saber si alguna vez alguien se ha planteado la siguiente pregunta: ¿Qué sucede cuando una de estas personas alegres no está precisamente en su estado óptimo de felicidad? Lo más inteligente sería deducir que los amigos que usualmente le siguen estarán presentes para ayudarle a recuperar el ánimo perdido… Pero no es así, esa no es precisamente la actitud, por eso aquí empieza mi irónico manifiesto.

“Aquellos quienes se han dedicado a tener buen humor, a ser felices por las sencilleces de la vida, les está prohibido terminantemente tener un mal día, mucho menos haber vivido una experiencia negativa que les afecte el semblante, que les inunde el alma con tristeza. Sus seguidores no lo permitirán. Si su personalidad se doblega o su situación habitual se corrompe, aquellos que están siempre ahí tienen como misión reprocharles y exigirles el cumplimiento de su deber en esta vida. Cambiando, aunque sea de manera circunstancial, están fallando a todas esas personas que cuentan con sus virtudes para completar los días con el poco de alegría que se les contagia.

Estando mal afectan a todos y no se puede.

¿Es que no entienden que hay ya suficiente personas cuya misión es ser normalmente agobiados o miserables? ¡No caben más en el mundo! Su deber es ser feliz, sin excusas y sin tropiezos.

Amigo, si eres una persona feliz de nacimiento y un día padeces alguna pena y tu corazón siente que se cae en pedazos, aguanta, calla y sufre hacia tus adentros, no hagas que los días de las masas se nuble.”

Feliz día a todos.

viernes, 3 de septiembre de 2010

REPETICIONES

Algunas personas nacen para que le sucedan cosas repetidamente.

No me refiero a nada que tenga que ver con decisiones personales mayores o a la manera de vivir la vida. Me refiero a cosas que pudieran ser algo parecido a una conspiración en tu contra, cosas que no se pueden evitar. Detalles o adornos de los días que de alguna manera se viven repetidamente y te hacen preguntarte ¿por qué, por qué a mí?

Les daré un ejemplo, que aunque doloroso, plasma perfectamente mi punto: Desde las remotas épocas de mi juventud, he sido víctima de una agresiva sucesión de caídas. En un año, (el año más prolifero) me caí unas ocho o nueve veces, casi una vez por mes. Algunas de estas caídas fueron acompañadas de travesuras, bailes o abrazos colectivos, bien merecidas. Pero no todas fueron así. Una vez en una caminata por la ciudad, repentinamente, sin tropezar con nada, me descubrí tirada en el medio de la calle con autos cruzando a mi lado. Ese día lloré ahí sentada, mirando mis manos ensangrentadas y una mancha marrón que ocupaba la rodilla de mi pantalón. No entendía por qué me sucedía lo mismo tantas veces. Aun no lo comprendo.

Estos repetidos sucesos me hicieron proclamar ese año como el año de las caídas. Pero también originaron en mí un tiempo de reflexión y cuestionamiento interno.

No me he liberado de las caídas, todavía me sucede, pero ahora con menos frecuencia porque suelo ser más cuidadosa.

Hace pocos meses, en mi última caída (una de esas en que la pista de aterrizaje es el medio de la calle) un amigo al enterarse del acontecimiento, me explicó cómo se debe caer “con estilo”. En otra ocasión les contaré, junto a un listado de caídas, el decoroso método. Pero a raíz de su comentario me asombro y pienso que después de tantos años, aún sigo conociendo cosas relacionadas a esta extraña manía que me ha enviado el universo.

Hay personas que nacen para enamorarse, otras para recibir regalos, otras por supuesto para regalar. Hay personas que nacen para ser besados inesperadamente, coleccionistas de besos. Personas que nacen paraencontrarse cosas o para algo tan insignificante como pegarse siempre en el dedo pequeño del pie…

Cada quien tiene sus repeticiones. A mí me tocó caer y lo acepto con dignidad, porque indiscutiblemente esas cosas que pasan sin razón aparente son parte de la compleja conjunción de aspectos que nos hacen ser quienes somos.

martes, 3 de agosto de 2010

QUIERES SER FAMOSO?

Si quieres ser famoso lo puedes lograr con lo bueno, pero te tienes que romper el c...(cuello?)

¿Por qué las ansias de publicidad y cámara en este pedazo de tierra nuestro tienen que saciarse con lo mal hecho? ¿Qué ejemplo estamos dando los medios de comunicación a las generaciones futuras, a la juventud creciente?

En los últimos días medios de comunicación, periodistas y entidades del orden exaltan sin límite la imagen de una mujer prófuga de la ley con un mal manejo. No quiero decir su nombre. Estoy harta de que la mencionen libremente, volviéndola relevante, mostrando su falta de vergüenza y respeto frente a la ciudadanía, sin que a nadie le importe. No quiero que ese nombre quede grabado en el subconsciente de alguna otra mujer que entienda que tal vez también se la pueda buscar como amante de un capo y diga “por fin la pegué” sonrientemente.

Y no me opongo a que las cosas se conozcan de manera seria y justa, ese no es el punto. Pero lo que se ha obtenido con todo esto no es más que un “embulle mediático”.

Facilísimo lo tienen los periodistas y facilísimo el gobierno entonces, que se escuda tras el boom del momento y aprovecha para anunciar una resolución en los aumentos de los impuestos, perdón, de “indexación por inflación”. Muy oportuno, cuando el pueblo está entretenido celebrando lo malo y lo barato, aprovechen pues ahora y…”hasta donde dice Cirilo”.

Qué difícil es sobresalir por lo bueno en este país, donde la masa pensante es catalogada de loca o hippie… Hay que tener muchas relaciones y cuñas para que los trabajos serios sean reconocidos, para que el pensamiento que nos pudiera llevar hacia el desarrollo sea desempolvado y se le de permiso de salir de alguna gaveta oscura. Hay que tener mucho temple para que el dueño de las buenas ideas llegue hasta arriba no se deje corromper y pueda seguir pensando en el beneficio colectivo. Los hay, no digo que no existen, pero que escasos son.

Mientras tanto, tranquilamente la mujer del momento se gana la cámara, las primeras planas, los programas de panel, los de moda…hasta los pensamientos de todos.

Despertemos pues.

viernes, 23 de julio de 2010

No Soy VIP

No soy “VIP”, odio ese concepto que ha sido tan mal empleado.

¿Quién se inventó que estando en un palco, mirando hacia abajo con altanería, la importancia del ser humano crece? ¿Quién fue que dijo que tengo que separarme de las masas de mi pueblo para ser importante?

Nunca me he sentido más importante que cuando estoy con todos. Nada me da más orgullo que saber compartir mi vida de manera natural en todos los ambientes y en todas las situaciones. Ser un “todo terreno”. Saber que valgo para los demás por lo que puedo aportar con mi compañía y mi cabeza. Sean risas o erudiciones, no importa.

Me siento VIP cuando soy capaz de aprender de los demás, cuando veo las costumbres y la manera de pensar de las multitudes. Cuando reconozco el sentir actual y el camino que recorre el pueblo. No siento miedo de ser uno de ellos. No siento miedo porque acepto todo lo que me brindan y me quedo con lo que verdaderamente vale. Con el corazón y lo genuino.

Me creo importante cuando siento la felicidad y la algarabía de todos. Cuando bailo y salto al compás de los que son auténticos. Seres humanos como con deseo de vivir y disfrutar sin importar cuanto tiene su bolsillo (sea mucho o poco). Cuando sé que puedo encontrar un nuevo amigo teniendo los pies en la tierra.

No quiero mirar a nadie desde arriba.

¡Pero que se comprenda bien mi concepto! Porque no miraré con desdén a alguien que pudiera tener posición económica o social, porque en mi mente son también parte del todo, de la experiencia global...

Mi mirada de ser humano siempre estará a la altura de los ojos de la vida, cerca del alma y lo verdadero, donde nace la belleza.

Mi mirada elevada, la de altura, está sólo en mis pensamientos y en el desarrollo de las ideas.

miércoles, 9 de junio de 2010

Querido Billy

Algunos días cuando me levanto, tomo uno de los libros que tengo de Billy Collins y leo algún poema elegido al azar. Es una de las más hermosas formas de despertarme que he descubierto. Contrario a Billy, no soy una persona muy dada a las mañanas, no sufro de insomnio (casi nunca) y sueño a diario con poder quedarme un rato mas entre mis sábanas. Pero leerlo, sobretodo muy temprano, en sus horas favoritas me hacen sentir que me conecto un poco mas con sus palabras, con la delicada y considerada percepción que tiene de la vida y del inicio de cada día.

Algo que me encanta de Billy es que no necesita nada para inspirarse, ningún evento relevante, ni siquiera algún hecho que evoque un sentimiento. El ve poesía en todo. En las flores de la mañana, en el pasto húmedo, en las nubes, en los libros de sus estantes, en algún garabato sobre una hoja, en los fantasmas del pasado y hasta en su perro. Una vez escribí en un poema que todo es poesía, demostrando esa teoría Billy es un maestro.

La primera vez que supe de él fue en casa de una amiga conversando sobre libros una tarde, ella me leyó el poema que se ha convertido en mi favorito “Japan”. Al escucharlo por primera vez se inundaron de lágrimas mis ojos. Cuando terminó de leerlo, tomó el libro abierto, lo apretó contra su regazo y junto a un suspiro dijo que lo amaba. Luego me lo ofreció como regalo, que regalo más maravilloso”. A veces en vez de leer un poema cualquiera vuelvo a buscar “Japan” y me dejo envolver por sus versos, por la vibración de la campana sonando en mi mente y siento el peso de la mariposa sobre mis hombros. Veo a su perro mirándolo cuando grita por la ventana en su experimento… Lo leo varias veces porque nunca quiero que termine, luego, de la manera que me enseñaron, abrazo el libro con fuerza y pienso que lo amo.

La libertad en bicicleta.


Desde que era una niña luché por lo que consideré mis derechos. Ahora me rio por todas esas tonterías en las cuales creí. No era una niña desobediente, pero siempre supe pronunciar mi desacuerdo con respecto a lo que consideraba injusto, aunque al final tuviera que cumplir con el deber.

Siempre tuve ansias de libertad, salir de esas paredes y vivir mi vida de la manera que quisiera. Mi padre lo sabía y sentía miedo. No quiero dar a entender con esto que mi infancia fue infeliz, de ninguna manera, lo que sucedía era que esa fuerza que rompía las barreras nacía constantemente por dentro y no la sabía controlar.

Una vez me escapé en mi bicicleta. Emprendí una misión secreta que no era el escape definitivo, pero si una prueba de lo que pudiera pasar. Recuerdo la brisa que acariciaba mi cara, mis piernas pedaleando con toda rapidez, miraba hacia atrás de vez en cuando para ver si alguien lo notaría. Cuando doblé la esquina mi padre empezó a llamar, no estaba permitido salir de nuestra calle. Pedaleé con más fuerza aun y en mi cara se sembró una expresión de orgullo. Le di la vuelta a la manzana y antes de volver me detuve, pensé un poco en las consecuencias.

Sabía que me esperarían con un reproche o un castigo. Pero no importaba, porque había conseguido ser libre y autónoma aunque fuera por unos segundos. Volví con una sonrisa que me ocupaba la cara completa y me castigaron por una semana sin montar… “Sólo eso”, pensé, sólo eso por los primeros minutos de libertad que acaricié con mis manos.

En ese tiempo la libertad significaba salir de la casa y del mandato de mis padres. Hoy son más cosas las que se involucran al pensar en la libertad que vivo como ser independiente, que vivimos como país. Todas las decisiones tomadas a lo largo de mi vida, a través de la historia en busca de ella, nuestros próceres con sus sueños, los ideales que nos dejaron grabados en el pecho de todo el que ama su tierra, libertad de pensamiento y de palabra y sin embargo a veces pareciera que tambalea… Libertad, que fácil fuera volver a subir en mi bicicleta y encontrarte plena.

Omar

Tenía 18 años cuando conocí a Omar, le decíamos Omar, pero sus amigos le llamaban Oma.

Omar fue mi primer contacto real con Haití. En un principio trabajó en la construcción de la nueva casa y luego pasó a ser empleado del residencial. Era amistoso y alegre, por lo menos eso es lo que recuerdo de él y lo que decía Doña Sofi, quien lo había contratado.

Fuimos los segundos en mudarnos, los trabajadores haitianos ocupaban una de las construcciones vacías, una casa con tendencias clásicas que quedaba al otro lado de la calle, en el lado más bajo. Fue la última en estar lista y por esto, el hogar de Omar en los años consecutivos. Vivía ahí con su mujer y varios compañeros más, se fueron yendo uno a uno hasta que sólo quedo él. Cada tarde los hombres se bañaban juntos en el patio. Mi madre se sentía molesta por aquella situación, pero nunca se vio nada fuera de lugar, aparte de que un muro alto les tapaba hasta el pecho. Yo lo veía más bien como un ritual del atardecer, donde unos lavaban las espaldas de otros. Una acción caritativa donde después de un pesado día de cargar bloques y empujar carretillas e incluso cocinar para ti mismo, otra persona lavara tu espalda y te despojara amablemente de tu última obligación.

Sabía tan poco de ellos.

Omar se fue poniendo flaco, por las noches daba paseos por la estrecha calle arropado con un traje gris que mi padre le había regalado para que pasara las madrugadas de diciembre que le quedaba como una manta. Su mujer ya no estaba. Años después mi madre nos contó que murió ahí, en la casa vacía. Omar también se fue y nunca volvió.

Hoy recuerdo a Omar, su cara sonriente, su servicio incondicional, en su honor escribo. Por ser el primero lo tomo como representante de todos aquellos que he conocido con el paso del tiempo. Pienso que su historia se acerca a la historia reciente de su país…

Vivo mi Haití a diario, cuando comparto hoy con todos esos amigos que perdieron tanto y con los que sólo perdieron la felicidad. Tantos nombres. Y aun así no sé nada, de lo que pasa por sus mentes, de lo que vendrá mañana y qué tan largo y pedregoso será el camino que los coloque en un futuro mejor si el pasado estaba oscuro ya. Quisiera ayudar, hacer mas, imaginar un mañana diferente, ser como los que están allá dando sus vidas pero lo que soy es nada en esa historia, alguien con unos cuantos cartones de leche enviados junto con los buenos deseos… Sólo eso.