miércoles, 9 de junio de 2010

Omar

Tenía 18 años cuando conocí a Omar, le decíamos Omar, pero sus amigos le llamaban Oma.

Omar fue mi primer contacto real con Haití. En un principio trabajó en la construcción de la nueva casa y luego pasó a ser empleado del residencial. Era amistoso y alegre, por lo menos eso es lo que recuerdo de él y lo que decía Doña Sofi, quien lo había contratado.

Fuimos los segundos en mudarnos, los trabajadores haitianos ocupaban una de las construcciones vacías, una casa con tendencias clásicas que quedaba al otro lado de la calle, en el lado más bajo. Fue la última en estar lista y por esto, el hogar de Omar en los años consecutivos. Vivía ahí con su mujer y varios compañeros más, se fueron yendo uno a uno hasta que sólo quedo él. Cada tarde los hombres se bañaban juntos en el patio. Mi madre se sentía molesta por aquella situación, pero nunca se vio nada fuera de lugar, aparte de que un muro alto les tapaba hasta el pecho. Yo lo veía más bien como un ritual del atardecer, donde unos lavaban las espaldas de otros. Una acción caritativa donde después de un pesado día de cargar bloques y empujar carretillas e incluso cocinar para ti mismo, otra persona lavara tu espalda y te despojara amablemente de tu última obligación.

Sabía tan poco de ellos.

Omar se fue poniendo flaco, por las noches daba paseos por la estrecha calle arropado con un traje gris que mi padre le había regalado para que pasara las madrugadas de diciembre que le quedaba como una manta. Su mujer ya no estaba. Años después mi madre nos contó que murió ahí, en la casa vacía. Omar también se fue y nunca volvió.

Hoy recuerdo a Omar, su cara sonriente, su servicio incondicional, en su honor escribo. Por ser el primero lo tomo como representante de todos aquellos que he conocido con el paso del tiempo. Pienso que su historia se acerca a la historia reciente de su país…

Vivo mi Haití a diario, cuando comparto hoy con todos esos amigos que perdieron tanto y con los que sólo perdieron la felicidad. Tantos nombres. Y aun así no sé nada, de lo que pasa por sus mentes, de lo que vendrá mañana y qué tan largo y pedregoso será el camino que los coloque en un futuro mejor si el pasado estaba oscuro ya. Quisiera ayudar, hacer mas, imaginar un mañana diferente, ser como los que están allá dando sus vidas pero lo que soy es nada en esa historia, alguien con unos cuantos cartones de leche enviados junto con los buenos deseos… Sólo eso.



No hay comentarios:

Publicar un comentario