No puedo negar que extraño las fiestas, que la vida simple sin visiones del futuro me resultaba agradable. Salir del trabajo a las 5, tomarme unas cervezas y escribir unos cuantos versos, que no necesariamente fuesen buenos, eran la diaria misión... Qué tiempos aquellos!
Pero no tampoco puedo negar que hoy me encanta el hecho de aceptar finalmente la adultez, con sus pesados días y junto a ese sentimiento de responsabilidad permanente que aparece hasta en sueños...
No me mal interpreten, no es que estoy feliz por el hecho (indudable) de que con cada día se acerca un poco más el final, ni que me deleito con las arrugas y las carnes caídas, no. Son otras cosas las que me placen, cosas que ha traído este descomunal esfuerzo de finalmente crecer, el cual emprendí hace algunos años, por ejemplo la agudeza en la capacidad de contemplación y la utilización de esta como base para ciertos tipos de análisis... Pero lo que más me ha sorprendido de todos estos nuevos detalles ha sido el drástico cambio en el foco de inspiración.
Alguna vez pensé que cuando la fiesta terminara mis dedos dejarían de escribir, la mente se agotaría de ideas y las páginas se quedarían vacías y no ha sido así. Con la calma ha llegado el turno de las otras cosas que estaban rezagadas bajo la pasión, el baile y la música a todo volumen.
Entonces sí, bienvenida sea la vida, con sus nuevas imágenes, sus nuevos sentidos y sus nuevos retos. Bienvenidos sean los días desgastados, los que pasan no solo sobre el calendario sino también sobre mi cuerpo y bienvenido sea también el fervor creciente por lo bueno, por lo positivo y lo constructivo.
Sin duda alguna estos parrafos se acoplan con los pensamientos de muchas de tus contemporaneas, incluida yo, aunque nuestros placeres sean diferentes. Se siente bien aceptarlo.
ResponderEliminarAsi es...
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