Muchas veces he sido víctima de bromas por parte de mis amigos que dicen que soy un imán para locos. También dicen a modo de chiste que los seres con personalidades afines se atraen y es cierto. Es algo que no puedo negar.
En este país decirle loco a alguien puede ser un sinónimo más bien de ser “alocado”. Ser un poco más libre, no seguir tanto los estándares o pensar diferente a la generalidad.
Un día cualquiera, una persona normal decide que quiere ser loco: romper una que otra regla, saltar alguna barrera, sentirse liberado. Tal vez llame a su amigo “más loco” y lo invite a salir, acompañarlo a celebrar un poco la vida y ese día será recordado con añoranza. Este aspecto del que estamos hablando es el lado positivo de esa locura que pudiera llamársele “urbana”, la que no agrede a los demás, la que sorprende, pero aun así tiene ciertas etiquetas y educaciones arraigadas, la que te convierte en “cool”.
Pero hay otro tipo de locos. Generalmente estos, al principio muestran que también tienen un poco de la locura que comentábamos anteriormente, esa que los hace divertidos, tal vez interesantes y los hacen ser aceptados en diferentes círculos. Pero su estado va más allá. Es casi seguro (aunque no tengo pruebas físicas y sé que hasta cierto punto hablo de puras suposiciones) uno más que otro tiene internamente algún desbalance químico real, tanto así que pudieran llegar a ser dañinos en algún momento para la integridad física y emocional de los demás…Esos son los locos que quieren estar junto a mí. Y no puedo negar que me gustan.
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