Para todos esos ángeles que nos cuidan desde el cielo.
Ana tenía 28 años cuando su padre falleció. Tenía un techo donde vivir, trabajaba y estaba casada… sus padres habrían hecho, para ese tiempo, todo por ella, desde intentar hacerle crecer como mujer de valores, hasta proporcionarle la oportunidad de formarse como profesional. A pesar de todo esto, la muerte de su padre rasgó su alma y dejó un vacío, el cual, pensó en ese entonces, algún día sanaría.
El tiempo no se detuvo, aun así, a cada momento encontraba motivos para extrañarle: en momentos importantes, al ver sus hijos correr o en la angustia de algún problema. Nunca dejó de añorar la presencia de ese ser cascarrabias, protector y bondadoso, su consejo sabio y sus infinitas risas. Sin importar el paso de los años, la sensación de que su vida había quedado incompleta permanecía. Al parecer, tendría que aprender a vivir con ese hueco en su corazón.
A la edad de 9 años, en una celebración del día de los padres, de regalo a su progenitor, Ana redactó un pequeño escrito en donde cuestionó a la audiencia preguntándoles por qué nadie había compuesto un himno al padre. En el mismo describía los innumerables atributos de ese señor, aquellos que a su corta edad podía valorar, entendiendo en su cabecita que desde el primer gemido de vida, su padre solo supo amarla incondicionalmente. Sabía, que al igual que él, existían en el mundo millones de padres bondadosos y responsables como el suyo, aunque cada uno a su manera, dotados de una fuente infinita de afecto. La pregunta era lógica.
Hoy, estando en su vejez, Ana es inmensamente feliz. No podría pedir una vida mejor, la cual, aunque llena de altibajos, como cualquier otra vida, le ha brindado también innumerables dichas, junto a sus hijos, nietos y su larga familia. Aun extraña con fuerzas a su padre.
De vez en cuando visita en su mente aquel hueco, convertido ya en nido, donde encuentra espacio para lavar su alma con lágrimas especiales, mezcladas con bellos recuerdos. La memoria de su padre es un lugar de comunión consigo misma.
Cada último domingo de julio, en medio de la algarabía al celebrar tan maravilloso día, una de sus fechas favoritas, donde recuerda con cariño a su padre y exalta la bondad de los presentes, Ana se plantea la misma pregunta que surgió en su mente de niña tantos años atrás, ¿Por qué nadie ha escrito un himno al padre?
La pregunta sigue siendo lógica.
(Hay muchos himnos al padre, esto es un simple cuentecillo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario