Algunos días cuando me levanto, tomo uno de los libros que tengo de Billy Collins y leo algún poema elegido al azar. Es una de las más hermosas formas de despertarme que he descubierto. Contrario a Billy, no soy una persona muy dada a las mañanas, no sufro de insomnio (casi nunca) y sueño a diario con poder quedarme un rato mas entre mis sábanas. Pero leerlo, sobretodo muy temprano, en sus horas favoritas me hacen sentir que me conecto un poco mas con sus palabras, con la delicada y considerada percepción que tiene de la vida y del inicio de cada día.
Algo que me encanta de Billy es que no necesita nada para inspirarse, ningún evento relevante, ni siquiera algún hecho que evoque un sentimiento. El ve poesía en todo. En las flores de la mañana, en el pasto húmedo, en las nubes, en los libros de sus estantes, en algún garabato sobre una hoja, en los fantasmas del pasado y hasta en su perro. Una vez escribí en un poema que todo es poesía, demostrando esa teoría Billy es un maestro.
La primera vez que supe de él fue en casa de una amiga conversando sobre libros una tarde, ella me leyó el poema que se ha convertido en mi favorito “Japan”. Al escucharlo por primera vez se inundaron de lágrimas mis ojos. Cuando terminó de leerlo, tomó el libro abierto, lo apretó contra su regazo y junto a un suspiro dijo que lo amaba. Luego me lo ofreció como regalo, que regalo más maravilloso”. A veces en vez de leer un poema cualquiera vuelvo a buscar “Japan” y me dejo envolver por sus versos, por la vibración de la campana sonando en mi mente y siento el peso de la mariposa sobre mis hombros. Veo a su perro mirándolo cuando grita por la ventana en su experimento… Lo leo varias veces porque nunca quiero que termine, luego, de la manera que me enseñaron, abrazo el libro con fuerza y pienso que lo amo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario