1- Abril, estoy leyendo tu libro. Quería contarte que he recibido varios golpes caminando por sus líneas, me he llenado de sorpresas y sobresaltos. He sentido la autocolonización que ejercemos inconscientes y que tanto mencionas en nuestras extendidas charlas. Uno, como lector, quiere siempre saber lo que el escritor desea comunicar y yo prefiero no preguntarte, sencillamente vomito aquí, aquello que el libro me ha contado; Uanabí me ha hablado de frente y sin miedo.
2- Abril, he tenido una visión. Uanabí era un pueblo donde la calle gritaba sentimientos. Sentimientos de los que saltan por los charcos de colores y van de aquí para allá desahogándose en un grito continuo. En Uanabí (la ciudad), hay una casona donde el sexo tiene un peso de añoranza y de recuerdos, donde nadie se atreve a amar más de la cuenta. Las voces, sus habitantes, andan de la mano manoseando temas que parecen ajenos, desde un hueco profundo hasta la montaña más alta, van cruzando y acuchillando el amor, la ternura, el deseo y la maldita opresión de la cual han sido victima… Laberintos de lo social, el poder y la injusticia, en su cara más oscura y a veces, como un rayo fulminante destrozando algún callejón húmedo que se había creado con ternura. Es un pueblo del mundo, o es la ciudad más avanzada de algún remoto rincón de la isla. Es la isla completa, donde la flor y la hoja de la tierra ejercen una presencia absoluta sin ni siquiera ser mencionadas y tu mente cosmopolita amarra el campo y lo saca de su letargo con una cachetada de realidad.
3- Abril, yo quisiera saber lo que tú “Uanabí”, quisiera saber también, lo que yo “Uanabí” después de leerte y nosotros los de esta “isla RD”, usando tus propias palabras. Quisiera saber si toda esta armadura a que construimos con el pasar de los años es lo que realmente deseo, o si realmente lo que yo “Uanadú” es patear la caja de cristal, convulsionando gritos, ver a lo lejos esos otros sueños que resultan ser nuevos para esta miserable isla a la que he llamado cuerpo. Quiero tener entre mis manos, aunque fuese por un segundo, la libertad que camina desnuda por el pueblo que este libro ha construido en mi mente.
4- “Soy, un aposento lleno de puertas, dentro de la casa que se construye en mi mente”.
Entonces, dime Abril, ¿es esta piel una cárcel o una cruz que finalmente debo aceptar, comulgando con todo lo que ella posee y no tiene? ¿Están aquí mis pensamientos atrapados? O se irán de vez en cuando con la certeza de que regresarán… ¿Y si no vuelven? ¿Y si me dejan sola en esta desolada isla donde solo yo existo?