miércoles, 18 de mayo de 2011

Amor en Estos Tiempos

En estos quince días pasados mi mente se mantuvo en constante búsqueda. Aunque en un principio fue una iniciativa fallida no puedo negar que esta última semana ha venido cargada con una avalanchas noticias increíbles, capaces de despertar a cualquier ser humano. Dentro de ellas, la que más me ha preocupado ha sido la “Situación de Alarma” que ha declarado Salud Pública debido al Cólera…

El primer caso de cólera en el país se detectó el día 9 de noviembre del 2010. Para el mes de marzo del 2011 había en el país 334 casos de cólera reportados por salud pública e informes que contaban que cada semana se encontraban menos casos, por lo que la situación parecía estar bajo control. De repente, se declara la ciudad en situación riesgosa, los médicos denuncian que se han escondido casos y hasta muertes…

Era obvio, no hay que ser muy pensante para deducirlo. Alejémonos de los temas de inmigración masiva e ilegal, ya que es siempre una conversación con dos caras feas. Empecemos porque estaba clarísimo que no sería tan fácil controlar el Cólera en momento de llegar a los barrios carentes de servicios básicos tales como agua potable, alcantarillado pluvial y recogida de aguas negras. Cuando apareciera en los miles de asentamientos espontáneos que por tener tanto tiempo de existencia tienen ya nombre y hasta puedes mandar una carta con la suerte de que llegue. Era obvio también que si la epidemia parecía estar bajo control, las autoridades olvidaran un poco las campañas de concientización.

Pero en todo esto hay algo que es aún más doloroso: Es obvio que ese muchacho que se despierta a las 5:00 A.M., que tiene que poner sobre sus zapatos fundas plásticas para no mojarlos con la inmundicia de las supuestas calles de tierra húmeda, cruzar alguna cañada para salir de su caserío para poder trabajar o estudiar está más que jodido… Por más que se lave las manos.

Niño dominicano que vives en los barrios, me compadezco de ti, sobre todo hoy cuando vivimos estos tiempos.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Envejeciendo

No puedo negar que extraño las fiestas, que la vida simple sin visiones del futuro me resultaba agradable. Salir del trabajo a las 5, tomarme unas cervezas y escribir unos cuantos versos, que no necesariamente fuesen buenos, eran la diaria misión... Qué tiempos aquellos!

Pero no tampoco puedo negar que hoy me encanta el hecho de aceptar finalmente la adultez, con sus pesados días y junto a ese sentimiento de responsabilidad permanente que aparece hasta en sueños...

No me mal interpreten, no es que estoy feliz por el hecho (indudable) de que con cada día se acerca un poco más el final, ni que me deleito con las arrugas y las carnes caídas, no. Son otras cosas las que me placen, cosas que ha traído este descomunal esfuerzo de finalmente crecer, el cual emprendí hace algunos años, por ejemplo la agudeza en la capacidad de contemplación y la utilización de esta como base para ciertos tipos de análisis... Pero lo que más me ha sorprendido de todos estos nuevos detalles ha sido el drástico cambio en el foco de inspiración.

Alguna vez pensé que cuando la fiesta terminara mis dedos dejarían de escribir, la mente se agotaría de ideas y las páginas se quedarían vacías y no ha sido así. Con la calma ha llegado el turno de las otras cosas que estaban rezagadas bajo la pasión, el baile y la música a todo volumen.

Entonces sí, bienvenida sea la vida, con sus nuevas imágenes, sus nuevos sentidos y sus nuevos retos. Bienvenidos sean los días desgastados, los que pasan no solo sobre el calendario sino también sobre mi cuerpo y bienvenido sea también el fervor creciente por lo bueno, por lo positivo y lo constructivo.